lunes, 5 de septiembre de 2011

El segundo engaño

La religión está ligada a la civilización, siendo posiblemente su principal impulsora junto a la agricultura, como puede venir a demostrar el templo de Göbekli Tepe en el sudeste de Turquía, yacimiento actualmente estudiado por los arqueólogos y que se piensa que tiene unos 11.500 años de antigüedad.

El ser humano nunca ha llevado bien el hecho de dejar de existir, de perder la conciencia para siempre, además de verse incapaz de dominar la naturaleza, por lo que la religión ha sido y sigue siendo para muchos la compensación a este sufrimiento, el primer engaño. También ha sido fuente de poder y escudo para que unos hagan todo lo que les dé la gana, incluso matar en nombre de un Dios.

La mayor parte de la población mundial ha creído siempre en algo más allá de la muerte, pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX esto se ha ido viniendo un poco abajo, con lo de Dios ha muerto, el nihilismo, Darwin y demás. Claro que antes había ateos, pero a partir de estos años la pérdida de fe ha ido extendiéndose hasta nuestros días. ¿Es esto bueno o malo? Claramente es peor si crees que no hay nada más, ¿entonces qué? ¿se supone que hemos evolucionado demasiado?

La falta de fe se puede tomar muy a la tremenda:

La existencia es eterna o es engañosa.

Una vez convencido de que la existencia es un perfecto absurdo para quien no tiene fe en la inmortalidad, el desesperado llega a la conclusión del «suicidio lógico».

(Del capítulo Kirilov -personaje de Dostoievski- de El mito de Sísifo de Albert Camus)

Está bien, no hay nada en el más allá, no hay Dios y soy libre, pero entonces la vida es absurda y encima está llena de sufrimiento. Las opciones siguen siendo dos, estar bien o estar mal. Nosotros tenemos la costumbre de meterle caña a eso de pensar y la verdad es que a algunos nos cuesta más que a otros el no pensar en esto. Aquí es donde aparece, debe aparecer, el segundo engaño, el autoengaño, el hacerse uno un poco el idiota y hacer que sus aficiones dominen ampliamente su pensamiento, algo que habita entre lo difícil y lo imposible.

Hay gente admirable que lo consigue, sin creer en cuentos, saben lo que hay y saben vivir felices incluso siendo inteligentes; hay gente con una curiosidad inmensa por una o muchas materias, o por todo, algunos tan locos o afortunados que son absorbidos casi por completo. Es todo un lujo.

En cualquier caso, pertenezcas o no a los anteriores, creo que es una buena idea luchar por el segundo engaño.